Descuento:
-5%Antes:
Despues:
14,25 €El martes 19 de agosto, a las diez menos cuarto de la noche, sacudió la ciudad de Cádiz una tremenda explosión..." Asà comienza uno de los capÃtulos de Las máscaras furtivas, novela en la que se intenta explicar algo que nunca se explicó de manera convincente: el holocausto del barrio de San Severiano en aquella noche aciaga en la que, como dice la copla, "murieron / muchÃsimos inocentes". Las máscaras de que aquà se habla no son las del Carnaval, sino otras máscaras cuyo trabajo consistÃa en montar hecatombes como la de Cádiz. Todo cuanto aquà se cuenta es ficción, pero hay que tener en cuenta que en los años que abarca el relato -los que van de 1934 a 1947- la ficción anduvo muy por detrás de la realidad. Ahora bien, la realidad es paradójica, y si en un relato hay sorpresas es porque nada es lo que parece. Nada hay tan aburrido como una novela o una pelÃcula en la que cada capÃtulo o cada escena permite al lector o al espectador prever lo que viene después. La gran protagonista de esta novela es la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra, claro está, se vive de un modo en la resistencia italiana, de otro en la burocracia inglesa y de otro en la clandestinidad española. A primera vista lo que pasa en cada paÃs queda absorbido por los destinos trágicos o cómicos de los respectivos personajes, pero las que parecen tres historias no son más que episodios de una historia común que tiene un único desenlace. Las máscaras furtivas tiene una gran deuda con el cine y leerla es como ver una pelÃcula en blanco y negro, por más que de ella podrÃa salir una estupenda pelÃcula en tecnicolor.